
Una de las raíces más interesantes de la filosofía y la religión china es el taoísmo. Su origen se remonta a la figura del filósofo Lao Tze (老子). Lao Tsé significa Viejo Maestro, y se trata de un apodo más que de su nombre verdadero. Se desconoce con exactitud el año de su nacimiento, pero según algunos registros escritos, vivió en el siglo VI a.C. Es el supuesto autor de una de las obras cumbre de la filosofía china, el Tao te Ching (道德经), el clásico Camino hacia la Virtud, donde se explica la esencia de la filosofía taoísta. Posteriormente, algunos discípulos como Chuang Tsé o Lieh Tsé enriquecieron estas ideas, formando el sistema filosófico del taoísmo.

Una de las ideas que Lao Tsé desarrolla en su obra es el tao 道, literalmente camino. El tao se podría definir como la ley natural que rige todas las cosas. El universo funciona bajo el tao, es la manifestación más íntegra de toda la naturaleza y el cosmos. Debido a su condición, nada está separado del Tao, no requiere ningún esfuerzo pues es algo natural, simplemente hay que dejar que las cosas ocurran y no intervenir, rechazar la interferencia humana en la ley natural. En el tao, todo son acontecimientos que simplemente ocurren, por ejemplo, el sonido: flota en el espacio y se desvanece de nuevo en el silencio, los humanos tan solo lo escuchamos y lo sentimos. Esta filosofía insiste en que elijamos una actitud sencilla y recatada en nuestras vidas, y mediante la práctica, encontremos la relajación y la serenidad interior. Antiguamente, muchos taoístas evitaban la vida pública y buscaban una armonía global sin la interferencia de la sociedad. Este concepto de no intervenir y dejarse llevar por el impulso natural del Tao se sigue aplicando en el taoísmo y se denomina Wu Wei (无为), literalmente No Acción.
Uno de los conceptos del taoísmo más conocido en el mundo occidental es probablemente el símbolo clásico del Ying y Yang. A grandes rasgos, el símbolo del yin y el yang representa dos fuerzas fundamentales de la naturaleza que se complementan y se ‘oponen’. El Yin, la fuerza pasiva, representa la paz y la estabilidad; el Yang, representa la fuerza activa y el movimiento. Estas dos energías dividen el círculo en dos mitades iguales, pero en vez de ser un semicírculo, ambas partes tienen forma de gota, disminuyendo en la punta dinámicamente, lo que representa un estado de movimiento perpetuo. Además, cada parte Yin y Yang también contienen un punto del color opuesto. Ambas fuerzas se combinan, son complementarias y funcionan como una unidad. Incluso una contiene el germen de la otra y viceversa, por lo que nunca podría existir una de ellas sin la otra. No existe oposición entre el Yin y el Yang. Para el taoísmo, este símbolo muestra dos energías y su equilibrio según el ley del universo (Tao). Una frase taoísta dice así: «Yi Yin, Yi Yang, Zhi Wei Tao» (一阴一阳之谓道), una manifestación Yin, una manifestación Yang, eso es el Tao.
Hoy en día, el taoísmo forma parte de la base cultural China en muchos sentidos. Se expandió a otros campos como la Medicina Tradicional China, las prácticas mágicas, la adivinación y la religión. Hay que tener en cuenta que la filosofía taoísta es diferente al taoismo religioso. El taoismo religioso es una rama posterior al taoísmo filosófico, que busca el acceso al Tao como realidad suprema, tratando de armonizar las fuerzas interiores y las corrientes del Yin y Yang para alcanzar la prolongación de la vida y la inmortalidad del alma. También algunos monjes taoístas se entrenan con tesón para dirigir su sabiduría a la curación, limpieza y rituales exorcistas entre otros.
La mayoría de chinos, aunque no practiquen activamente el taoísmo como religión oficial, siguen visitando los templos taoístas en ocasiones especiales, para hacer ofrendas, pedir que se cumplan sus deseos y favores… Es lo que se llama religión popular o extendida, y mezcla rituales y creencias tanto del taoísmo como budismo, confucianismo…